lunes, 23 de noviembre de 2009

Un desfile a favor del ODIO y en nombre de Dios


¡Oigan esto, gente sensata!

El Observatorio por la Vida y la Familia… organización ecuménica, convoca a una marcha en contra del aborto y las uniones gay.

(No sabemos qué tiene que ver una cosa con la otra. Ellos sí. Pues si involucramos el aborto con esos maricones… suena más tremendo.)

Vestidos de blanco, muchos costarricenses que “temen oponerse abiertamente contra la existencia y práctica de la homofilia” pondrán su granito de arena en esta lucha sempiterna contra el mal.

¿Y la verdad? La Iglesia, como principal órgano represivo en Costa Rica, ha logrado enajenar la conciencia de miles de costarricenses, a través de sus campañas regulares de estupidización masiva (como ésta que se celebrará el próximo sábado), su infierno terrible y su damnación impenitente. Arrean a esta pobre gente, la visten de blanco y –puro Minor Calvo- la obligan a marchar sobre la dignidad de sus propios hermanos.

¿Se le olvida a los grupos fundamentalistas religiosos la de escándalos que han protagonizado en los últimos años? ¿Se les olvidan las mismas teas de Minor contra el encuentro de trabajadoras del sexo? ¿Olvidan la escenita de ese mismo curita en La Sabana… solicitando prostituto?


¿Olvidan al Padre Enrique y su Hora Santa? ¿Desde dónde la transmite ahora? ¿Aruba? ¿Bahamas?


Sería imposible hacer síntesis de todos los pastores millonarios que experimentan epifanías donde se les anuncia a cuál chiquilla de la congregación deberán desflorar…
Los ticos no somos idiotas… Olvidadizos, quizás… perezosos… pero no idiotas. Estos conquistadores con sus cristos clavados deberían dejar de jugarse ese número de los espejitos.


Para los creyentes, este antiguo monaguillo –¡tranquilos! ningún cura me violó-, que creció leyendo la mitología judeocristiana y que conoce la Biblia hasta en latín les quiere decir algo:
La religión del Cristo se resume en una palabra: amor. Amor en todas sus formas… amor indefinido, amor ilimitado… AMOR en esencia… nunca explica cuál en particular, nunca excluye un tipo de amor ni dice que “este” o “aquel” es mejor.


Cuando una iglesia nos dice que hay que repudiar, que hay que excluir, que HAY QUE JUZGAR… esa iglesia no tiene nada que ver con el hombre que murió por amor.
En los Evangelios van a encontrarse un pasaje donde Jesús madrea a los Fariseos y Escribas del templo:

“Y vosotros… fariseos, hipócritas… sois como ataúdes blanqueados, que por fuera os mostráis lustrosos y pulcros pero que por dentro estáis llenos de toda clase de suciedad y corrupción”.

Acuérdense que fueron esos fariseos los que se encargaron de conspirar hasta colgar al hombre que dijo estas palabras en una cruz romana, como una chuleta.

No permitan, gente, que los obliguen a marchar de fariseos. Noten la similitud que hay con esos curas y pastores que dicen tener la verdad. Los Evangelios nos enseñan que la religión de Jesús es de los sencillos, de los pobres, de los abandonados, de los perseguidos… no de los príncipes de Roma, no de los millonarios pastores que se cogen a sus hijas, no de los curas nauseabundos que violan muchachitos porque no son SUFICIENTEMENTE VALIENTES PARA MOSTRARSE EN LAS CALLES CON OTRO HOMBRE DE LA MANO.

Dicen los Evangelios también que todos somos hermanos… ya sea que vayamos a tal o cual iglesia, ya sea que como buenos gentiles no vayamos a ninguna.
Acuérdense del mandamiento nuevo que, según el mismo que lo propuso, supera a todos los otros:

¡Amaos los unos a los otros!


¿En qué lugar de esta frase dice que hay que excluir, que juzgar, que hay que odiar?
Recuerden los Salmos, el pasaje de Jonatán… ¿Dice allí que hay que odiar a las personas que aman a su propio género? Creo que no.

Y en todo caso…

La gente sensata de este país no va a permitir este desfile del Kukluxklan. Vamos a estar en la Plaza de la Democracia y vamos a alzar la voz, vestidos de colores, de los colores de la vida.
Y para terminar: a los organizadores de este desfile del Odio. Unas palabras de alguna de sus anteriores víctimas… Vamos a ver… a quién escoger… Lorca, Tchaikovsky… Oscar Wilde… ¡Lo tengo!

¡El misterio del amor es más grande que el misterio de la muerte!

Oscar Wilde.

domingo, 15 de noviembre de 2009

Delete templum...

Hará como un año que terminé de escribir un poema largo llamado "El sol". En el recital Himnos Sacros y Canciones Paganas aparecieron varios fragmentos de la obra. Hoy, transcribo una sección breve. Es la escena en que el disco desviado por Céfiro o Eolo golpea la sien del muchacho. Apolo llora sobre el cuerpo, mezclando lágrimas con la sangre de su amado, para crear una flor que lo recuerde.
(El lamento de Apolo)
“Llevad de aquí, oh Furias, tu apestado aliento,
oh Mares, arrojad, luego, aquí, a mi corazón, tu acérrimo soplo;
clamad, vos, conmigo, viento gimiente, mi demente espanto,
cual si plegásemos al mismo Ida.

¡Ved, oh Hespérides silenciosas, a Jacinto yaciente!
¿Nadie socorrerá a un dios, oh rigor?

He aquí que mi verso, fatigado y yermo,
no te libró de tan horrible rapto, y no crecerás ya,
igual que un robusto tronco, sus ramas a los dioses…
sino yacerás, simiente de abrojos y líquenes grises.

Para ti, bárbaro brutal, tengo tu hora y habré de reír
mirando tu calavera calcinada por mi rayo vengativo.

Mas, poco importan las mortales cenizas si las divinas
de mi corazón van por el ancho mundo esparcidas
y ya nada de ellas queda.”

Oportuno poema, en tiempos y países donde aún marchan las hordas juedocristianas agitando sus antorchas encendidas y su cilicio de culpa por las calles del verano. ¡Ja! ¡Mal rayo los parta! ;)

martes, 10 de noviembre de 2009

¡La vida bonita! ¡La vida bonita!

Es la doctrina de Epicuro bien entendida –no imaginar a Epicuro obeso, ebrio y decadente per se; es mirarlo obeso, ebrio y decadente por no poder estar él satisfecho, alegre y ser valiente. Para vivir bien -bien, en el sentido nietzscheano- hay que ser un temerario. No queda alternativa. Esa falta de alternativa no es ni debe parecer un aliciente a nadie. Es una pena, una inevitable pena. También decía Baudelaire en esa misma obra: hay que estar siempre ebrios: de vino, de virtud, de poesía, a vuestro antojo. Nótense las posibilidades.

La opción contraria: falta de erotismo, abstemia, pragmatismo obsesivo, conduce a la enfermedad del alma. La gente mira el hastío no como al enemigo que es sino como un bien doloroso, hijo del sacrificio, hermano de la buena reputación, suegro de la responsabilidad… ¡Toda una parentela tenebrosa! No pocas veces he sido testigo de este deterioro espiritual (mis amigos, los psicólogos, le llaman con un tecnicismo: depresión). Es así como parientes y conocidos enteramente sanos terminan haciéndose adictos a los programas de televisión amarillistas, a los periódicos –toda clase de ellos-, a las religiones –toda clase de ellas-, a las enfermedades, CCSS, a la automedicación, a los obituarios, catástrofes, sucesos, etc. ¡Cuánto menor daño les harían las drogas comúnmente ilegales! Y aunque el daño fuere el mismo, por lo menos la piedad de éstas con su menor tardanza ¿no mejora las sutiles larguezas de aquéllas?

En efecto, considero que el daño del opio material no supera el del etéreo morbo del hastío.

 No soy ingenuo sobre las dificultades de renegarse contra la moral mediocre de un pueblo supersticioso. Es claro que, al igual que el triste inquilino buadelaireiano del piso alto que dejó caer objetos contundentes sobre el vidriero convencional aquél, es menester un enorme aplomo, un deseo de transcender el dolor y una valentía aquilea. Mas, ¿si no podemos detentar esas virtudes, nos es también vedado soñar con ellas? ¿No podemos hacer esporádicos simulacros de alegría? ¡Salvarnos de la atroz adicción al sufrimiento?

Ante este mal, no veo un remedio más allá del eros. El eros que no ha sido corrompido por la culpa, que no se ha escindido de su naturaleza material. Allá donde vino y opio no se distinguen de los ornamentos, tocados y galas de un tálamo –quizás efímero.  

domingo, 8 de noviembre de 2009

Alicias en el país de los pedantes

He conocido una serie de caballeros compatriotas que a menudo visitan Europa. No son miembros de la pujante burguesía del país. La verdad, ocupan puestos modestos que –gracia de nuestro sistema democrático- les reditúan lo suficiente para financiar su caro periplo.
Por supuesto, el esfuerzo no es poco: involucra once meses de permanencia ininterrumpida en el hogar, sin derecho a visitas. Para evitar el abochornante enclaustramiento y la risa burlona de los vivos, estos caballeros se refugian en el último reducto de la moral destinada a las señoras, de modo tal que hacen parecer ese predicamento un acto encomiable. Así pues, este razonamiento que resulta es: no salgo porque soy un caballero formal, no me gusta salir, ¡me repugna! (lo cual obliga a suponer que la gente que va a los clubes es incorrecta), soy un dechado de virtud, soy un hombre responsable.
La verdad es que nuestro héroe está ahorrando hasta el último cinco para embarcarse al Viejo Mundo.
Ahora, bien. ¿Cuál es la gran pregunta? Hela aquí:

¡¿!¿Para qué quiere ir este insigne y moralmente correcto caballero a Europa?!?!

La pregunta se plantea no sin fundamento. Pues conocemos que este caballero, como todos esos caballeros, no conoce un pito de la cultura, historia, tradición, folclor, arte, literatura, etcétera de Europa… ni de ninguna otra parte. Van al Louvre no porque amen a Da Vinci o Delacroix, sino porque incrementa su estatus –mucho más que si fueran a Miami aunque no más que si hubieran visitado también la biblioteca municipal de su pueblo alguna vez en sus vidas. Van a Europa para lucirse, para parecer cultos, pues no lo son en absoluto. No entienden nada de lo que miran, de las fotos en Venecia o en Brandemburgo que colocan en su FaceBook, no se entienden ante el Tíber, les da lo mismo un acueducto romano que una montaña rusa; el deseo del retorno comienza a quemarles cuando la memoria de la cámara comienza a llenarse. Bien lo decía Abelardo Bonilla cuando afirmaba que todo tiene que ver con la apariencia, con el espectáculo: en el gran teatro de Costa Rica debo representar mi papel así tenga que financiarlo yo mismo.
Gente que no disfruta de la vida por obedecer la moral más opresora e imbécil de todas: el qué dirán.
Conozco a muchos caballeros así. Su soledad es ominosa, su absurdidad apabullante, su influencia nefasta. Lo único que los protege del ridículo y los vituperios de los jóvenes es su condición tan patéticamente vulnerable. Es el modelo de joven soltero para la Costa Rica moderna. Dios se apiade. Satán los fragüe.

Nuevos aires

RURSUS IN URBE! ¡Otra vez, la gran prostituta! Y el ánimo ma ha rendido para entregarme a su oscura voluptuosidad con licenciosidad y urgencia. !Uf! ¿Eso es todo?

Noviembre es el mes anunciado para el alumbramiento (que curioso tono adquiere esta palabra dicha en este lugar) de los Relatos Paganos. Aún no tengo certezas de la fecha exacta, pero sí una exquisita portada, obra de mi gran amigo y pintor, Cris Arias, el de los pies ligeros y la cabeza muy dura -por cierto, todos esperamos que se recupere de su accidente de seis metros de altura. La editorial es la EUNED, no tiene prólogo y dedico mi primer libro a mis tres hermanos. Ecce imago!