martes, 22 de enero de 2008

Góngora

He decidido recordarle a los lectores a un poeta singular en la lengua española por su excelencia… Es una razón harto considerable, si se toma en cuenta que la enorme mayoría de poetas castellanos apenas si merecen ese apelativo. En el caso de Góngora, no hay duda de que nos aproximamos a un verdadero genio de la creación artística, en todos sus sentidos (que es uno solo: la belleza en su sentido más puro y jamás sucedánea de ningún otro afán de este mundo). Después de las enojosas razones que escuchamos en la famosa polémica Solórzano-Corrales, es gratificante recordar cómo los verdaderos poetas trascienden toda falsa modernidad y resisten, incólumes, cualquier incordio del snobismo del momento. Con gratitud, al poeta Solórzano, por sus sensatas palabras, que recuerde esto: “allí, donde no morderán muerte ni infierno”. Me tomo la libertad de actualizar la puntuación, pues, según aprendimos de los pretendidamente “conceptistas” modernos, durante aquella aciaga emboscada, la humanidad “moderna” ya no entiende la poesía culterana (que ahora llaman trascendentalista… ¡Dios se apiade!) y es menester hablar llanamente. En suma, se nos afirmó, en aquella fecha, que la humanidad se ha vuelto tremendamente estúpida y ya no es capaz de entender textos escritos hace cuatrocientos años. Atendiendo a tan doctas razones, apunto:

Soneto Séptimo

Suspiros tristes, lágrimas cansadas,
que lanza el corazón; los ojos llueven,
los troncos bañan y las ramas mueven
de esas plantas (1) a Alcides consagradas;

mas del viento las fuerzas conjuradas
los suspiros desatan y remueven
y los troncos las lágrimas se beben,
mal ellos y peor ellas derramadas.

Hasta en mi tierno rostro aquel tributo (2)
que dan mis ojos, invisible mano
de sombra o de aire me lo deja enjuto (3),

porque aquel ángel fieramente humano (4)
no crea mi dolor, y así es mi fruto:
llorar sin premio y suspirar en vano.

(1) Los álamos son plantas consagradas a Alcides, también llamado Heracles.
(2) Se refiere a las lágrimas, el tributo de los ojos, es decir, lo que dan de ellos.
(3) “Enjuto” es el participio pasado irregular de enjugar.
(4) Este es un verso excepcional que ningún poeta realistoide conseguiría ni en mil años.

Más adelante, quisiera comentar este y otros poemas de este autor, a propósito de algunas características inherentes al lenguaje y por qué éste jamás puede representar la realidad. A pesar de que se trata de posturas lingüísticas archiconocidas, por lo visto y oído, hay quienes jamás entienden… o quieren ocultar algo.

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