sábado, 11 de abril de 2009

¡En mi jardín! ¡¡En mi jardín!!

Me encuentro muy disgustado con el señor editor y escritor de la revista “La revista”, Greg Kedrovsky, por haber colocado su “revista” en mi jardín, a manera de quien tira un poco de papeles. Primero porque la delicada composición de mi hermoso jardín es cosa de cuidado y respeto, en segundo lugar, porque el contenido de la revista pudo haber esterilizado mi noble jardín hasta volverlo un yermo, en tercero, porque es de pésima educación arrojar basura a los jardines ajenos. Tal parece que, como hace 500 años, los misioneros del Cristo -católicos o peor- consideran que sólo basta con llegar a un jardín y plantar una cruz para imponer un credo durante toda la eternidad. En este caso, el señor Kedrovsky se equivocó redondo, pues, en mi jardín la metafísica es muy, muy mal vista y no solo por las flores a quienes la metafísica repugna como a ninguna criatura, sino también por su señor, que es un tipo muy cartaginésmente huraño y que, apenas haber encontrado la revista afeado la grama y molestando a los pececitos orientales y a las impasibles estatuas de náyades y efebos, colocó un letrero que dice así:


Tresspassers will be prosecuted


Disponíame yo a tirar el famoso panfleto fundamentalista cuando mi amante regular sonrió al entrever que uno de los artículos de la revista intentaba probar -según el autor, lo probaba irrefutablemente- la existencia de Yahvé del Sinaí (o Gehová, depende de la pronunciación) por medio del diseño del... banano. Sí, lectores míos... del banano. Y... ¡a la mano de Dios!... Cito:

“El banano: la pesadilla del ateo

Observe el banano: tiene la forma perfecta para la mano humana, y una superficie antideslizante. Tiene indicadores externos del contenido interno: verde, demasiado temprano; amarillo, listo; negro, demasiado tarde. Tiene un abre-fácil para quitar la envoltura. La envoltura viene perforada para que sea fácil de abrir y además es biodegradable. El banano tiene una forma cilíndrica, perfecta para entrar en la boca humana, hay una punta en la parte de arriba para facilitar la entrada en ésta. Es agradable al gusto y, sobre todo, es curvo hacia el rostro para facilitar el proceso de comérselo. Decir que el banano llegó a existir por accidente es tan poco inteligente como decir que nadie diseñó la lata de Coca Cola.”

Ufff... eso es todo, alma mía. Aviso que me tomé la molesta libertad de corregir el estilo del texto, aún así, quedó como se lee. Censuremos, en primera instancia un par de cosas: el anacronismo de “ser biodegradable” algo contextualizado bíblicamente y la imprecisión de usar el adjetivo “inteligente” en un artículo como este. La crítica literaria ya está. Estéticamente sería como perder el tiempo criticando una canción de Arjona o Sabina, que, con muy distinto contenido, comparten ese estilo oscilante entre lo cotidiano, lo vulgar y lo imbécil. Vamos a la hermenéutica (o exégesis, el autor habría querido llamarlo así). Ya todos leímos el texto, ahora... el “banano”... ¿Es una metáfora? Porque a mí me sugiere otra cosa. La experiencia de legiones podría atestiguar que esos rasgos no son privativos del banano -con la única salvedad de “los indicadores externos”, y aun esto se presta a interpretaciones. En suma: quien se haya comido una polla en su vida, aunque sea una sola, queda bien confundi@. Eso es todo... ya está bien. Sin embargo... un consejo: bien lo dice el dicho: “donde tengas la olla, no metas la polla.”

No me da miedo colocar ese letrero en mi jardín porque, a pesar de que “Dios atraviesa caminos misteriosos”, estoy seguro que no fue un dulce niño quien invadió mi jardín, sino un monstruo torturador de físicos, alquimistas y artistas. Y en mi jardín esas perversiones son las únicas que no se permiten.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Está genial, me he reído montones. Esa descripción del banano sencillamente no puede ser, jaja.

Y para no meterme en metafísicas pollescas, y quedarme apenas en el ámbito religioso, le diría al señor este que intente probar su hipótesis del diseño inteligente con una piña (deliciosa pero que dolor de cabeza pelarla).

Así el asunto se resolvería más o menos como el chiste aquel de Pepito, que se fue al cielo con un saco de nances... y lo demás es historia.

Saludos.

Luis Antonio Bedoya dijo...

Lástima que no conozco ese de pepito y los nances. Por lo demás... la piña es irrefutable. Jaja! ¡Qué enemigos tan absurdos tiene la belleza en estas tristes tierras! Lo único bueno de esto es que nos deja reír, pues nuestros contrincantes en esta guerra no son tremendos atilas sino payasos malhumorados. Ya decía Zorrilla: "y de estas cosas veréis /si en esta casa os quedáis /lo menos seis por semana." Esa casa, claro, es el mundo.

Anónimo dijo...

No me vengás ahora con que no conocés el chiste. Bueno, ahí va. Eso sí, te advierto que es muy fino.

Pepito andaba comprando un saco de nances y muere atropellado. Al llegar al Cielo, San Pedro le dice que no puede entrar con el saco, por lo que deberá atollarse el culo con los nances. Pepito lo hace, pero mientras no deja de reír como un poseso. Ante esto, San Pedro le pregunta por el motivo de su risa, a lo cual Pepito le responde: "Es que ahí viene un hijueputa con un saco de piñas".

Nota: las piñas pueden cambiarse por sandías.

Luis Antonio Bedoya dijo...

JAJAJAJAJA!!! Buenísimo!... hmp hmp, es decir, ¡JOJOJOJOJO! ¡Óptimo! Ahora sí reconozco la crueldad ineluctable de tus chistes, hijo de la estrella. Ya deberías publicar en tu blog... estás volviéndote ocioso. :) ¡Un abrazo!

Anónimo dijo...

En lo absoluto ocioso. Del lunes a hoy he puesto cinco entradas, y ya estoy a dos de la n.º 100.

Hacé lo del blogroll, para que sepás cuándo se actualiza mi blog. Ahora estoy metido con unas notas sobre la historia de la poesía tica.

Y para la entrada 100, espero dar una sorpresita.