domingo, 2 de agosto de 2009

Verano


Si hubiere algo que los ticos compartieren -quiero decir, todos los ticos, no sólo la gentuza que monopoliza ese gentilicio- sería el amor por el verano. Es un tiempo providencial. Mejor que la primavera de los países nórdicos o que los calores tropicales de las islas. En ocasiones, tienta creer que es el mejor clima del mundo, la única verdadera estación beatífica. Acaso, lo sea.
Sin embargo, nuestro verano es un fenómeno muy frágil. No obedece a causas meteorológicas grandes, si no que es producto de los accidentes telúricos y de los elementos del paisaje. Me explico:
Las corrientes heladas de los alisios septentrionales viajan por el atlántico como grandes masas de humedad. Al llegar a la costa Caribe de nuestro país, dicha humedad se estrella contra la gran cordillera de Talamanca y los densos bosques que ella cubren beben del viento hasta dejar los alisios secos, antes de que éstos se abran camino al Valle Central. Ahora, una corriente seca y fría disipa las nubes, como la música a los pensamientos oscuros. Sin embargo, los bosques nubosos que otrora cobijaban a la gran Talamanca, han sido mutilados con avidez y ya la pared boscosa no puede absorber las mismas cantidades de líquido. Por eso, el verano apenas llega a nuestra tierra. Por eso un día nos quedaremos sin verano, que es -tal como están las cosas por aquí- como quedarse sin patria, sin ganas de soñar, sin nada que perder o por qué seguir aquí.

1 comentario:

guisela vargas dijo...

en hora buena poeta, vuelvo por tu blog, para volver a leerte..magistral texto