
La lectura en Costa Rica va de mal en peor...
Ahora, leen a desconocidos que no engruesan las sacras academias...
... que no tienen amigos con poder...
... y que no defienden ninguna causa política!!!
¡Preciosistas de la pérfida lengua de Góngora!
¡A dónde iremos a parar!!!
-o-
Dice el boletín de la EUNED que Los Relatos Paganos es el tercer libro más vendido del mes de abril (mes de su publicación).
También, aparentemente sin vínculo alguno, se dice que celebramos el Tercer Festival Pro Diversidad en nuestras INEXPUGNABLES universidades estatales -por si a algún animal se le olvidó ese epitetillo.

Mi dulce Beatriz! Ahora que lees los rollos de la Sibila, serena en el Hades Eterno. Lleváte el latín poquito que te enseñé... para que descifres esos misterios. Estoy tallando tu estatuilla.

Beatriz Pino
(1995 - 2010)
In Memoriam
-o-
Este poema para estos guerreros de la vida:
Miserere
Mi ofrenda, nuevo monstruo, está dispuesta,
tu horrendo hocico bien lo sabe,
bien lo verá tu ojo más irritado,
en la escalina rota.
¿Quién bebe el cuerpo de mis quince años?
¿Quién se mece en mi cadera cual tromba?
¿Quién derrama su torrente a mi flanco,
como un mayo bermejo?
Tu arpegio plañe en mi costado quieto
y del más agudo diapasón corre
una nota de violenta alegría
que escurre como el agua.
¿Ahora te irás? ¡La cara cubierta!
¿sin secar el postrer beso en tu vientre?
¡Ay de mis súplicas, postración triste!,
¡no hay quien ya las oiga!
Tiemblo al pie del dintel amado, loco…
la boca igual que grana y lagrimoso,
un haz de luz se cüela y me parte,
mi mano asida al cetro.
Mi ofrenda, nuevo monstruo, está dispuesta,
tu horrendo hocico bien lo sabe,
bien lo verá tu ojo más irritado,
en la escalina rota.
¿Quién bebe el cuerpo de mis quince años?
¿Quién se mece en mi cadera cual tromba?
¿Quién derrama su torrente a mi flanco,
como un mayo bermejo?
Tu arpegio plañe en mi costado quieto
y del más agudo diapasón corre
una nota de violenta alegría
que escurre como el agua.
¿Ahora te irás? ¡La cara cubierta!
¿sin secar el postrer beso en tu vientre?
¡Ay de mis súplicas, postración triste!,
¡no hay quien ya las oiga!
Tiemblo al pie del dintel amado, loco…
la boca igual que grana y lagrimoso,
un haz de luz se cüela y me parte,
mi mano asida al cetro.
Ya no distingo su efímera sombra,
que me adormecía con su tibieza
y me llenaba de gritos cual ángel.
Ya soy sólo silencio.
Id, amigos, y traedlo a mi lecho,
¡sangre aún más su empeño en este cuerpo,
como el aliento que insuflara vida
al primer de los hombres!
Si se hubiera perdido, si muerto fuera
aflojad el cinto y que cien espadas
mi corazón rígidas atraviesen
hasta el hondo pecho.
Pues ayer muerto era
y me ha resucitado.
Del libro "Blanco"
(Todos los derechos reservados)