
(El lamento de Apolo)
“Llevad de aquí, oh Furias, tu apestado aliento,
oh Mares, arrojad, luego, aquí, a mi corazón, tu acérrimo soplo;
clamad, vos, conmigo, viento gimiente, mi demente espanto,
cual si plegásemos al mismo Ida.
¡Ved, oh Hespérides silenciosas, a Jacinto yaciente!
¿Nadie socorrerá a un dios, oh rigor?
He aquí que mi verso, fatigado y yermo,
no te libró de tan horrible rapto, y no crecerás ya,
igual que un robusto tronco, sus ramas a los dioses…
sino yacerás, simiente de abrojos y líquenes grises.
Para ti, bárbaro brutal, tengo tu hora y habré de reír
mirando tu calavera calcinada por mi rayo vengativo.
Mas, poco importan las mortales cenizas si las divinas
de mi corazón van por el ancho mundo esparcidas
y ya nada de ellas queda.”
Oportuno poema, en tiempos y países donde aún marchan las hordas juedocristianas agitando sus antorchas encendidas y su cilicio de culpa por las calles del verano. ¡Ja! ¡Mal rayo los parta! ;)
3 comentarios:
Que mal rayo los parta a todos! amén.
Saludos Luis,
te invito a visitar mi blog y veas cosillas mias.
JCO
Bien dicho, amigo! Pues no sabía que tenías blog... Que bien! Claro que estaré por allí. Un abrazo fraterno, amigo y te espero pronto en mi casa de madera y piedra... jeje!
Un mal rayo definitivo... muy definitivo, gracias por tu talento.
Publicar un comentario