
Rosas
¡Qué gran devastación, Silvia!
¡Y los leños esparcidos
y nuestras ánforas rotas
y el mundo hecho pedazos!
Sobre la fría colina,
en la sombra de los lobos
-de las llamas de peregrinos
hijas insomnes en duelo-
esa música descansa,
ese coro desgreñado
cuya música es febril…
la música de mi casa.
¿No se levanta mi casa
acaso en ese paraje?
¿No son sus columnas blancas
esas piras mutiladas?
¡Qué gran devastación, Silvia!
¡Silvia, de manos pequeñas,
donde el amor es condena
y confesión a un tiempo.
Todo está arruinado, roto
y las mujeres van llorando
y los niños mendicantes
que nos incordian la vida,
Todo está arruinado, Silvia,
la cara pesa cual lastre,
como una máscara blanca
de sonrisa escalofriante.
Ya no recojas los vidrios…
basta… basta… calla y siéntate.
Tus dedos tímidos sangran
2 comentarios:
Ojala en este país hubiera más gente como ustedes, gracias por su trabajo es un orgullo saber que hay mentes marcando la diferencia en medio del caos intelectual y la confusión de la moral. Platicar contigo y con Pablo fue una gran experiencia!. Voy a leer tu trabajo detenidamente para poder darte mi impresión como lo hice con el de Pablo que me encanto. Adelante, me avisas cuando salga tu libro! Jorge O. AC
alitamir@hotmail.com
Gracias, Jorge! Pero debo adueñarme de esas mismas palabras para celebrar el milagroso suceso de haber encontrado a un tipo tan inteligente y culto como vos en este mundo de duelo y aflicción! Gracias, nuevamente por tu apoyo y te digo que desde ya tienes las puertas abiertas de mi casa y mi biblioteca. Un abrazo!
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